Red de Blogs para otro mundo

Uno de los comentarios que más oigo cuando comento estas ideas obsesivas sobre el trueque y la internet es… “ah, pero ya hay miles de cosas así”… Y después de algún tiempo mirando por allá y por acá, creo que puedo decir: pues no, no las hay.

Y al menos a mí me resulta emocionante descubrir cierto terreno inexplorado bajo los pies. Es cierto, hay cosas. Pero a ninguna de ellas le veo un auténtico potencial liberador en cuanto a herramientas que permitan cartografiar los recursos existentes en la red social propia y cercana, que permitan lanzar búsquedas sobre necesidades reales (y no creadas por el sistema de consumo) sin saturar innecesariamente la red de contactos.

He visto iniciativas que funcionan, y algunas loables que funcionan en base a un pretendido altruismo. Pero todas las que llegan a despegar son presa, tarde o temprano, de un crecimiento exacerbado, de una carrera por atraer usuarios hacia EL sitio, la eterna carrera en la que el éxito de unos significa el fracaso de otros. Crecer a toda costa significa ganar más usuarios que tu oponente, centralizar el flujo de información en un solo punto. Competencia por un nicho virgen, por un mercado de usuarios al fin y al cabo. Cosa que podría entender si sólo se tratara de asegurar beneficios de publicidad. Pero decicidadamente, cuando lo que nos mueve son otros valores (entre los que no dejo de ubicar el de la diversidad, por causas científicas y morales), no lo entiendo. Sigue siendo algo que me hace recordar la vieja frase: “tras toda arquitectura informacional se esconde una estructura de poder”.

Sí, la gente intercambia cosas. A veces en una lista de correo que muere de éxito, a veces en una página de myspace que nunca pasa de veinte colegas. A veces en los resquicios de una página-negocio en la que se mezclan clasificados variopintos. Por lo general, los recursos y habilidades técnicas de estas iniciativas van unos cinco o diez años por detrás de lo que se mueve en la escena del diseño web. Y mientras tanto los grandes sistemas de redes sociales despegan y se consolidan con velocidades de hiperespacio, acostumbrándonos a unos usos del concepto bien lejos de sus potenciales emancipadores.

Y sólo me queda el consuelo de uno de esos mitos, el que se resume en la frase que alguien le soltó al césar: desconfía de esos jóvenes pálidos que saben latín. Y están por venir, con sus rails y sus ajax…

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