La crisis financiera que azota al mundo está causando desordenes y malestares sociales de gran notoriedad, y lo peor, es que no se vislumbra ni el más mínimo rayo de luz para salir de esta situación. La vida sigue igual, reuniones, más reuniones, pero nada de cambios significativos que vuelquen y derramen soluciones políticas para construir un mundo sostenible. Mientras tanto, las cifras astronómicas las cargan los mundanos que menos fuerzas poseen. Si al menos este rescate, hubiera servido para algo constructivo, pues otro gallo cantaría, y no estaríamos hablando hoy del mayor derroche de fondos públicos de la historia.
En los países ricos, la mayor parte de la ciudadanía pende de un hilo, y en los países empobrecidos, los desarrapados se caen al abismo del hambre. Además, algo que no se nos debería escapar, es que la concentración de riqueza es cada vez menos equitativa, los ricos son cada vez más ricos, el 1% de la humanidad alberga el 35% de la riqueza mundial, y dentro de este grupo, el 0.001 % más pudiente acumulan 21 billones de dólares. Por tanto, es lógico que nos preguntemos: ¿Quién está pagando la crisis y quién debería pagarla? Como todas las preguntas tiene respuestas.
A día de hoy, se han inyectado unos 6 billones de euros procedentes de los fondos públicos para rescatar a los arquitectos del (des)orden económico, es decir, a entidades y bancos, cuyas respuestas a posteriori a la sociedad han sido nulas o de recortes de todo tipo. Esa suma de dinero entregado, no ha salido de la nada, sino de los impuestos que pagan los ciudadanos. De esta manera, la solidaridad fiscal, es decir el dinero que se reparte entre todos, recae principalmente en los asalariados, que aportan el 77%, teniendo en cuenta que en torno al 60% de los trabajadores son mileuristas, lo cual nos parece una carga pesada e injusta, para que encima, los beneficios sociales sean regalados.
Sabemos que para ustedes, los ricos, a pesar de la tendencia de mayor concentración de riqueza, la crisis está siendo dura, como cuando nos presentaron las cifras de sus beneficios, que habían “sufrido” un recorte porcentual considerable con respecto al curso anterior, en el caso del BBVA ganaba menos del 18.1% y el BSCH un 2.03% menos. Lo sentimos, es una lástima, pero más lástima es saber que la crisis ha ocasionado que aumente el número de personas que no tienen para comer, en concreto, 150 millones de personas más en el 2008, y lo más grave es que se estima que este año aumente igualmente.
También sabemos, que una cuarta parte de la riqueza mundial se encuentra depositada en los denominados «paraísos fiscales», dinero lavado pero sucio, ya que es una de las estrategias recurrentes para evadir impuestos, y aunque los datos no son transparentes sino secretos, conocemos o nos imaginamos quienes promueven y tienen intereses en tal empresa. Solo un dato más, con este dinero podríamos alcanzar los objetivos del milenio. Por ello, nos parece insuficiente controlar los «parásitos fiscales» y que conste por escrito la voluntad de acabar con ellos, ya sabemos que el papel aguanta lo que sea, casi mejor preferimos medidas concretas.
La iniciativa de cientos de colectivos sociales para que esta dinámica se invierta y sean los ricos quienes soporten el caos organizado, no es que sea una reclama justa, que lo es, sino que es la respuesta para empezar la casa por los cimientos, más cuando observamos como en las reuniones del G-20 no se dan golpes de timonel para corregir una ruta que nos lleva a la destrucción social, medioambiental y económica del planeta.
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